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Gerardo Aguado
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Gerardo Abraham Aguado Gómez es miembro de Acción Nacional desde 2008. Actualmente es Diputado local en la LXI Legislatura del Congreso del Estado de Coahuila. @GerardoAguado

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29 Agosto 2020 04:02:00
Simulación
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Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia de la República enarbolando diversas banderas sociales: paz, seguridad, servicios médicos de primer mundo para todos, crecimiento económico del 6% anual, disminución de los precios de los combustibles y de la energía eléctrica, y la principal de todas: combate frontal a la corrupción, incluyendo el someter a procesos legales a los expresidentes aún con vida.

Al momento, ¿que promesa ha cumplido? Ninguna. Y no solo hay incumplimiento total, sino que las situaciones que prometió solucionar están peor que nunca, peor que con su predecesor, que fue considerado incluso por AMLO como un Gobierno totalmente fracasado en todos los rubros sociales más apremiantes.

Si entramos a las cifras, a los datos reales, aquellos brindados por las mismas instituciones que ahora él comanda, como el Inegi, el IMSS, la Secretaría de Salud, el Sistema Nacional de Seguridad Pública, la Segob, y otras dependencias y organismos que a diario lo desmienten, lo hacen quedar mal, no acabaríamos, este pronunciamiento se extendería por una docena de cuartillas o más. No es el caso, nos centraremos en un solo tema: la corrupción:

Al Presidente le gusta repetir con frecuencia que la corrupción se ha terminado en su Gobierno gracias a su santa voluntad, y a que él –debemos entender– ha ordenado que la corrupción se acabe. Como si fuese una herida que se atiende con un curita y una aspirina.

“El Presidente del combate a la corrupción” ha establecido cifras y récords históricos, que lamentablemente no son para presumir en una placa en una pared: Ha llevado a cabo el mayor número de adjudicaciones directas y discrecionales de contratos de obra, adquisiciones y servicios de la historia, desdeñando los controles y la transparencia que se obtienen bajo los procesos de licitación establecidos en la ley.

Otro caso es el de las empresas y casas de Bartlett, fue el primero de una larga lista de fracasos que pusieron en evidencia que para él (y su Gobierno) el combate a la corrupción es un tema de agenda política personal, de distracción, y sobre todo, de simulación.

El caso de los Ackerman y sus millonarias propiedades, el de Ana Guevara, los autoperdones de impuestos de altos mandos de su Gobierno, etcétera, sumaron un ramillete de evidencias de que estamos ante un Gobierno que no planea ni quiere combatir la corrupción, vaya, ni siquiera pretende en verdad ajustarle las cuentas a quienes considera sus enemigos. Solo pretende el Presidente lo que en política se llama “acalambrar”, asustar un poco, forzar negociaciones con sus enemigos, pero nada que represente un cambio para México en materia de
transparencia.

Lozoya es un ejemplo de ello, lo convirtió desde el primer día en que ya no pudo ocultar el fracaso económico y en materia de seguridad de su Gobierno en su distractor favorito, y seamos honestos, eso es Lozoya para AMLO; ¿quién se puede creer que, de todos los funcionarios de Pemex, solo uno sea perseguido y procesado? Por qué no a Deschamps, por qué no a los subdirectores, por que no al exsecretario de Energía, por qué no a los financieros dentro de Pemex? O, como dicen los especialistas, ¿Acaso en todo el Gobierno de EPN, solo en Pemex hubo corrupción? No. Cuando existe un solo perseguido, en realidad tal persona es una moneda de cambio, es un factor de presión política, es un peón para manda un mensaje, pero no un mensaje de honestidad y combate a la corrupción, sino de un mensaje político electoral, y, además, mantener distraída a la opinión pública.

Ya casi no hay mexicanos que crean en el falso combate a la corrupción del Presidente, pues en el colmo del cinismo, ahora pretende que creamos que se “autoinvestigarán él y los suyos”. El Presidente y su Gobierno han dividido a los mexicanos, han debilitado a las instituciones, se ha jugado y se ha burlado la fe que fue depositada en él como persona y como Presidente; se ha ofendido la inteligencia del pueblo que lo eligió de la manera más burda que se pueda hacer.

Es hora de llamar a la concordia nacional, a la seriedad, al respeto al estado de derecho, a poner fin a la simulación y a dejar que las instituciones funcionen correctamente, dejando de lado la idea de que un hombre que habla todas las mañanas por la televisión dice la verdad, y además tiene todas las soluciones para México, cuando en realidad, nuestra nación se cae a pedazos.

*Gerardo Abraham Aguado Gómez es miembro de Acción Nacional desde 2008. Actualmente es diputado local en la LXI Legislatura del Congreso del Estado de Coahuila.
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