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hace 3 años
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Médico luchaba contra Covid; apagón acabó con sus posibilidades en Chihuahua

Sus padres, Nancy y Arturo, al percatarse de la crisis de energía eléctrica desde días pasados, buscaron una alternativa

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Foto: Zócalo | Especial
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Chihuahua.- Luego de permanecer más de un mes intubado, Paúl Pizaña Valenzuela, joven médico de 28 años que ansiaba recuperarse para regresar a la primera línea de batalla contra el Covid, falleció por falta de comunicación y asistencia durante el apagón del pasado lunes.

Sus padres, Nancy y Arturo, al percatarse de la crisis de energía eléctrica desde días pasados, buscaron una alternativa para sustituir la energía eléctrica doméstica por corriente alterna que obtenían de sus carros, y a través de un convertidor de voltaje hacía funcionar el respirador eléctrico que consiguieron para su recuperación en casa. En la colonia Los Pinos, donde viven, las interrupciones de la electricidad son comunes pero duran poco.

“Se hizo un convertidor de la energía, de la corriente directa a corriente alterna para hacer funcionar el convertidor y ya, se hizo la conexión, un técnico nos ayudó y comenzó a funcionar el concentrador”, comentó Arturo, mientras Nancy resaltaba que hasta ese momento y con esa improvisación parecía que garantizaban la recuperación de su hijo, cuyo cuerpo recuperaba la fuerza que no era proporcional a su ánimo, que nunca decayó.

El matrimonio Pizaña Valenzuela también contaba con un tanque de oxígeno para conectarlo directo cuando faltara la luz, les duraba un día completo y suplía de manera temporal el respirador artificial eléctrico, pero sus dimensiones, la mañana en que dejó de respirar Paúl, fueron un factor que impidió el traslado a un hospital en los vehículos compactos de la familia.

Todo parece indicar que Paúl contrajo el virus desde el 15 de noviembre, cuidando a su hermana con síndrome de Down, internada en Pensiones Civiles del Estado por causa del Covid, pero intentó recuperarse por sí mismo mediante nebulizaciones y administración de medicamentos; el 26 de noviembre presentó complicaciones y tuvo que ser hospitalizado. También pudo infectarse durante su asistencia a otros pacientes.

Pasó un mes entero en terapia intensiva del Hospital Morelos, del 30 de noviembre al 31 de diciembre, luego lo trasladaron a otra área de recuperación por la pérdida de capacidad de movimiento donde permaneció hasta el 15 de enero. Los directivos del Hospital Palmore, donde realizaba su servicio social, insistieron en que fuera llevado a sus instalaciones, donde estuvo hasta el 4 de febrero. A decir de sus padres, en ambas instituciones los colegas médicos le brindaron ejemplar solidaridad y bastas atenciones.

Ya en casa su evolución era notoria, hasta la mañana del 15 de febrero, cuando sufrió un paro cardiaco ocasionado por las secuelas de la enfermedad. Poco pudieron hacer sus padres, pues la falta de internet y la falta de respuesta en el 911 entorpecieron las llamadas de auxilio, Paúl necesitaba adrenalina o reanimación por descargas eléctricas, un primo doctor acudió de inmediato para tratar de regresar sus signos vitales, pero a las 09:45 de la mañana determinó que ya no regresaría el pulso de su primo, colega y amigo.

“Llamamos al 911, no contestaban ni nos daban alguna respuesta y así continuamos insistiendo por media hora, y cuando por fin nos contestan, la operadora nos comienza a inundar con preguntas hasta que el doctor le explicó que era una urgencia real y no había tiempo de protocolos. La respuesta de la operadora fue que no había disponible ninguna ambulancia”, narró Nancy.

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Otro servicio de traslado y primeros auxilios les pedía la ubicación como requisito para llegar, pero nunca empatizaron con el hecho de que no había red de internet disponible para enviar dicho dato.

Desesperado, Arturo corrió a la calle a buscar una ambulancia, una patrulla o cualquier tipo de asistencia, pero no tuvo suerte. Los minutos pasaban y no podían salir con Paúl porque dependía del oxígeno cuyo tanque no cabía en sus vehículos, además del frío intenso. Fueron momentos críticos y dolorosos

Paúl esperaba regresar a salvar vidas en el área Covid a partir de los primeros días de abril, pero antes llegó el apagón de su vida. Múltiples mensajes de pesar se publican en redes sociales por parte de sus compañeros trabajadores de la salud y de la Universidad de Durango, institución de donde culminaba sus estudios.

“A mí no me interesa la política, pero deberían de prever las autoridades cuando se está al borde de una situación problemática. A toda la población nos cambió la vida en cuestión de minutos el hecho de no tener teléfono, internet, la falta de socorro, no estamos acostumbrados a estar sin electricidad y menos en medio de una situación de emergencia en casa y a pesar de que teníamos oxígeno sentíamos angustia porque nos dijeron que el apagón duraría días.

El impacto del apagón en la población más vulnerable alcanzó niveles de mortalidad, los cuales son difíciles de medir con certeza, pero casos como el de Paúl y la pérdida irreparable de la familia Pizaña Valenzuela, son claros ejemplos de que se encuentran de por medio vidas humanas, más allá de las incomodidades e inconvenientes temporales para el resto de la población.

“Perdimos a un gran ser humano, todo tipo de oraciones tuvimos, cristianas, católicas, mormonas, y a todos les agradecemos de corazón”, concluyó entre lágrimas la madre, mientras Arturo, con voz entrecortada intervino:

“Ya lo único que les queremos decir a las autoridades es que no se vuelva a repetir este tipo de cosas porque se ha perdido una valiosa vida”.




Con información de El Diario MX



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