hace 3 años
[Internacional]
Covid-19: Experto sugiere que superficies no propagan mucho el coronavirus
El ARN viral -encontrado en las superficies como el plástico y el acero inoxidable- es el equivalente al cadáver del virus
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Ciudad de México.- Un grupo de investigadores internacionales aseguraron que la transmisión del Covid-19 mediante el contacto de fómites (cualquier objeto carente de vida) es casi nula.
Los expertos estudiaron rigurosamente las superficies con las que entraron en contacto pacientes positivos al SARS-CoV-2. A partir de ello consideraron que la inversión excesiva en materiales de desinfección, así como su uso desmedido, debería ser dirigido a subsidiar tecnologías de ventilación y descontaminación del aire como una forma más inteligente de combatir la pandemia.
De acuerdo con una compilación de estudios, publicada en “Nature”, durante finales del 2020, las ventas de desinfectantes a nivel mundial oscilaron por los cuatro mil 500 millones de dorales, equivalente a 91 mil 993 pesos mexicanos. Esta suma aumentó en un 30% en comparación con las ganancias generadas durante el 2019.
¿Superficies con coronavirus, una amenaza?
A lo largo de la emergencia sanitaria por el Covid-19, el conocimiento científico ha sufrido cambios, basados en el comportamiento del patógeno, adaptando su literatura a los descubrimientos que día con día intentan desentrañar los alcances del nuevo coronavirus.
Una de las líneas estudiadas ha sido la capacidad del SARS-CoV-2 de mantenerse estable en las superficies, especialmente con las que tenemos contacto frecuente y que también son conocidas bajo el nombre de “fómites”.
A finales de marzo, un estudio de laboratorio mostró que el virus puede persistir en materiales como el plástico y el acero inoxidable durante las primeras 24 horas, como resultado de la expulsión de gotas infectadas arrojadas por medio de la tos, el habla o la respiración. Estas observaciones respaldaron las tempranas declaraciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la que emitió que las personas podían contraer el Covid-19 a través de superficies contaminadas.
Derivado de esta publicación, especialistas y empresas de limpiadores lanzaron un sinnúmero de campañas en las que aconsejaban, la forma idónea, de desinfectar productos de todo tipo. Para mayo, la organización liderada por Tedros Adhanom hizo oficial las recomendaciones sobre la ardua limpieza de entornos sociales como el hogar, los autobuses, las iglesias, escuelas y tiendas. En consonancia, las fábricas de desinfectantes comenzaron a trabajar las veinticuatro horas del día para satisfacer la gran demanda de sus productos.
Los expertos se revelan
En este contexto, Emanuel Goldman, microbiólogo de la Facultad de Medicina de Rutgers en Nueva Jersey, fue uno de los primeros en declarar que las superficies suponían un riesgo relativamente leve para la población en torno al Covid-19. Su declaración, publicada en “The Lancet Infectious Diseases” en julio del año pasado, fue tachada de “mordaz” por varios especialistas. Sin embargo, su convicción sólo se ha fortalecido desde entonces.
En consonancia, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos (EU) modificó, dentro de su guía sobre la transmisión superficial, la frase "no se cree que sea la forma principal de propagación del virus" por “no se cree que sea una forma común de propagación de Covid-19”.
Pese a que la transmisión de la enfermedad es posible al tacto con superficies, los especialistas aseguraron que no se considera un riesgo significativo. Sin embargo, la limpieza y desinfección desmesurada no cesa, trayendo consigo gastos que consideraron que podrían ser invertidos en otras medidas más efectivas para contener la propagación del Covid-19.
Los investigadores agregaron que parte del problema es que no pueden descartar la posibilidad de transmisión de fómites porque eso implicaría un enfrentamiento ético con la comunidad científica que no aún no esta convencida de esta premisa.
Por qué las superficies no implican un riesgo de contagio por Covid-19?
Goldman dio indicios del porqué no debemos preocuparnos tanto por las superficies, ya que este enfoque se basó, en un principio, en la evidencia científica trazada durante el análisis de otras enfermedades infecciosas. Este fue el caso del estudio del “Staphylococcus aureus”, patógeno que desencadena diferentes dolencias, entre ellas provoca la neumonía.
El rastreo del patógeno fue posible mediante el análisis de ARN del SARS-CoV-2. Este fue identificado en las barandillas de la cama y las salidas de aire en instalaciones médicas, así como en los artículos personales de los pacientes, como lentes y botellas de agua; en los hogares en cuarentena, los lavabos y las duchas lo albergaban; y en los restaurantes, se descubrió que los instrumentos de madera estaban contaminados.
Los investigadores analizaron muestras de coronavirus que fueron mantenidas en diferentes superficies durante varios días para observar si, posteriormente, podrían infectar células cultivadas en el laboratorio. Los resultados demostraron que el SARS-CoV-2 seguía siendo infeccioso en superficies como plástico y acero inoxidable durante seis días; en billetes de banco, tres días; y en mascarillas quirúrgicas, al menos siete días.
No obstante, el científico insistió en que las condiciones de laboratorio son poco realistas, en comparación de las que suceden en la vida cotidiana, y la mayoría no prueba las condiciones que existen fuera del área de experimentación. “Fueron experimentos que comenzaron con cantidades enormes de virus, nada que se pueda encontrar en el mundo real”, detalló.
En este contexto, los investigadores reconocieron que las autoridades sanitarias se encuentran en un dilema, ya que la revisión de datos epidemiológicos discordantes complica su tarea. Para lo que se necesitarán investigaciones más detalladas, ya que es difícil descartar definitivamente la transmisión del virus en superficies.
Los expertos estudiaron rigurosamente las superficies con las que entraron en contacto pacientes positivos al SARS-CoV-2. A partir de ello consideraron que la inversión excesiva en materiales de desinfección, así como su uso desmedido, debería ser dirigido a subsidiar tecnologías de ventilación y descontaminación del aire como una forma más inteligente de combatir la pandemia.
De acuerdo con una compilación de estudios, publicada en “Nature”, durante finales del 2020, las ventas de desinfectantes a nivel mundial oscilaron por los cuatro mil 500 millones de dorales, equivalente a 91 mil 993 pesos mexicanos. Esta suma aumentó en un 30% en comparación con las ganancias generadas durante el 2019.
¿Superficies con coronavirus, una amenaza?
A lo largo de la emergencia sanitaria por el Covid-19, el conocimiento científico ha sufrido cambios, basados en el comportamiento del patógeno, adaptando su literatura a los descubrimientos que día con día intentan desentrañar los alcances del nuevo coronavirus.
Una de las líneas estudiadas ha sido la capacidad del SARS-CoV-2 de mantenerse estable en las superficies, especialmente con las que tenemos contacto frecuente y que también son conocidas bajo el nombre de “fómites”.
A finales de marzo, un estudio de laboratorio mostró que el virus puede persistir en materiales como el plástico y el acero inoxidable durante las primeras 24 horas, como resultado de la expulsión de gotas infectadas arrojadas por medio de la tos, el habla o la respiración. Estas observaciones respaldaron las tempranas declaraciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la que emitió que las personas podían contraer el Covid-19 a través de superficies contaminadas.
Derivado de esta publicación, especialistas y empresas de limpiadores lanzaron un sinnúmero de campañas en las que aconsejaban, la forma idónea, de desinfectar productos de todo tipo. Para mayo, la organización liderada por Tedros Adhanom hizo oficial las recomendaciones sobre la ardua limpieza de entornos sociales como el hogar, los autobuses, las iglesias, escuelas y tiendas. En consonancia, las fábricas de desinfectantes comenzaron a trabajar las veinticuatro horas del día para satisfacer la gran demanda de sus productos.
Los expertos se revelan
En este contexto, Emanuel Goldman, microbiólogo de la Facultad de Medicina de Rutgers en Nueva Jersey, fue uno de los primeros en declarar que las superficies suponían un riesgo relativamente leve para la población en torno al Covid-19. Su declaración, publicada en “The Lancet Infectious Diseases” en julio del año pasado, fue tachada de “mordaz” por varios especialistas. Sin embargo, su convicción sólo se ha fortalecido desde entonces.
En consonancia, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos (EU) modificó, dentro de su guía sobre la transmisión superficial, la frase "no se cree que sea la forma principal de propagación del virus" por “no se cree que sea una forma común de propagación de Covid-19”.
Pese a que la transmisión de la enfermedad es posible al tacto con superficies, los especialistas aseguraron que no se considera un riesgo significativo. Sin embargo, la limpieza y desinfección desmesurada no cesa, trayendo consigo gastos que consideraron que podrían ser invertidos en otras medidas más efectivas para contener la propagación del Covid-19.
“La atención excesiva en hacer que las superficies sean impecables requiere un tiempo y recursos limitados que se gastarían mejor en la ventilación o la descontaminación del aire que respira la gente”, reveló Linsey Marr, ingeniera de Virginia Tech en un artículo de “The Washington Post”.
Los investigadores agregaron que parte del problema es que no pueden descartar la posibilidad de transmisión de fómites porque eso implicaría un enfrentamiento ético con la comunidad científica que no aún no esta convencida de esta premisa.
Por qué las superficies no implican un riesgo de contagio por Covid-19?
Goldman dio indicios del porqué no debemos preocuparnos tanto por las superficies, ya que este enfoque se basó, en un principio, en la evidencia científica trazada durante el análisis de otras enfermedades infecciosas. Este fue el caso del estudio del “Staphylococcus aureus”, patógeno que desencadena diferentes dolencias, entre ellas provoca la neumonía.
“Entonces, tan pronto como las personas comenzaron a enfermarse por el coronavirus, los investigadores comenzaron a limpiar las habitaciones de los hospitales y las instalaciones de cuarentena en busca de lugares donde el virus podría estar al acecho. Y parecía estar en todas partes”, narró.
El rastreo del patógeno fue posible mediante el análisis de ARN del SARS-CoV-2. Este fue identificado en las barandillas de la cama y las salidas de aire en instalaciones médicas, así como en los artículos personales de los pacientes, como lentes y botellas de agua; en los hogares en cuarentena, los lavabos y las duchas lo albergaban; y en los restaurantes, se descubrió que los instrumentos de madera estaban contaminados.
“Pero la contaminación con ARN viral no es necesariamente motivo de alarma” aseguró Goldman. “El ARN viral es el equivalente al cadáver del virus: No es contagioso", puntualizó.
Los investigadores analizaron muestras de coronavirus que fueron mantenidas en diferentes superficies durante varios días para observar si, posteriormente, podrían infectar células cultivadas en el laboratorio. Los resultados demostraron que el SARS-CoV-2 seguía siendo infeccioso en superficies como plástico y acero inoxidable durante seis días; en billetes de banco, tres días; y en mascarillas quirúrgicas, al menos siete días.
No obstante, el científico insistió en que las condiciones de laboratorio son poco realistas, en comparación de las que suceden en la vida cotidiana, y la mayoría no prueba las condiciones que existen fuera del área de experimentación. “Fueron experimentos que comenzaron con cantidades enormes de virus, nada que se pueda encontrar en el mundo real”, detalló.
En este contexto, los investigadores reconocieron que las autoridades sanitarias se encuentran en un dilema, ya que la revisión de datos epidemiológicos discordantes complica su tarea. Para lo que se necesitarán investigaciones más detalladas, ya que es difícil descartar definitivamente la transmisión del virus en superficies.
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